miércoles, 2 de enero de 2008

El Emperador

"El tiempo comprendido entre las nueve y las diez de la mañana lo pasaba Su Majestad en la Sala de Audiencia distribuyendo nombramientos, y por eso a esa hora se le llamaba la "hora de los nombramientos". El Emperador entraba en la Sala, donde le esperaba una ordenada fila de dignatarios señalados para algunos de ellos, dignatarios que se deshacían en sumisas reverencias. Nuestro Señor se sentaba en el trono y, una vez hecho esto, yo le colocaba un cojín debajo de los pies. Esta operación debía realizarse sin la más mínima demora a fin de que no se produjera un momento en que las piernas del Honorabilísimo Monarca quedasen colgadas en el aire. Todos sabemos que Nuestro Señor era de baja estatura y que, por otra parte, el cargo que ostentaba requería que mantuviera una superioridad ante sus súbditos también en un sentido estrictamente fisico..."
(El Emperador, Ryszard Kapuscinski)