sábado, 9 de mayo de 2009

Consejeros

Quién no ha conocido en su vida a un consejero. Mejor diría, quién no lo ha sufrido.
Yo sí, por descontado. Y tu también, apuesto. Los hay, los más peligrosos diría con seguridad, que son gratuitos. Que no cobran, vaya. En dinero, claro. Pero que claro está lo caro que cuestan... Aquí el dicho "que lo barato es caro" debe ser sustituido por "lo gratis es carísimo".
A este grupo numerosísimo hay que unirles otros. Por ejemplo, se me ocurre el colectivo (palabro con cierta carga sospechosa) de los profesionales. Estos si cobran. Por partida doble. Uno como coste (elevadísimo) de la gratuidad intríseca con la que te abordan. Y otro en metálico, como corresponde (como debería corresponderse, corrigo) a su activos de conocimientos en la materia con la que pretenden ayudarte. ¡Ya!. Están los mixtos. Los que mezclan sabiduría, voluntad, morbo y al final, siempre siempre, soberbia.
A mí en el fondo me dan algo de lástima. Me apena verlos como, al final del reccorrido (largo, muy largo),se despiden de tí con cara de pena, de decepción porque no les ha he cho ni puñetero caso. ¡Pero como le vas a hacer caso! Afortunadamente te has dado cuenta a tiempo. Porque en caso contrario, de haber seguido sus consejos, el coste de la operación habría sido, bueno, mejor no calcularlo. Por eso, colegas, ojo, mucho ojo.
Os voy a dejar momentáneamente porque me está insistentemente llamando alguién al móvil (celular, para otros). Por cierto, es mi consejero de petanca, a lo que no he jugado en mi vida, pero que el hombre insiste en darme unas directrices, unas magníficas directrices, para la próxima eliminatoria en la que no voy a competir, claro.

Joao de Lugano