domingo, 26 de agosto de 2007

Actualmente. Primeros días

Es posible que mañana sea otro día, esto es lo que decía el poeta, la canción, o no me acuerdo bien quién. El caso es que, efectivamente, mañana será otro "yorno". Hoy, después de un tormentón espléndido, ha salido el día bueno. Bueno..., con bochorno, calor por supuesto, pero sin lluvia.
A mí los días nublados, y sobre todo bien mojados, me gustan especialmente cuando justamente deberían ser todo lo contrario: luminosos, claros, con sol, en fín, ya sabeis.
Hoy ni lo uno ni lo otro.
Hoy sí he leído uno de los cuentos que acaba, no sé si de escribir, pero si publicar Allen, Woody Allen - ah, perdón esto pertenece a Bond; lo siento- Pues bien, en este cuento, nuestros viejo conocido reflexiona sobre la suerte que todos tenemos porque ya hay respuestas a algunas preguntas vitales que nos hacemos: "...es para mí un gran alivio saber que por fin el universo tiene explicación", dixit.
Recomendable su lectura. Esto podría venir bien para confirmar que, lo dicho en el día de ayer: "mañana será otro día...", es totalmente cierto y que, por tanto, también aplicable al día de hoy, al de mañana. A pasado mañana, no sé. Está muy lejos.
Hasta mañana, que será otro dia.

Joao de Lugano

sábado, 25 de agosto de 2007

Pedrito

Este es Pedrito. También se le conoce por Pedro, Pedrín y por otros nombres parecidos (yo a menudo le llamo "colega"). Todos ellos expresando siempre un especial cariño por este ser que un día llegó a nuestras vidas sin hacer ruido...Está incorporado con aunténtica normalidad en todos los actos y discurrir de nuestra vida y de nuestras vidas. Asiste en confortable silencio a todo lo que ocurre a su alrededor. Lo que no sabemos es lo que piensa de verdad. Tampoco nos atrevemos a preguntarselo.

Joao de Lugano

Historias a la carta: 1ª entrega.

Primer día, primera noche.

Mi historia, esta historia, empieza en el mar. O al lado del mar. Todas las historias tristes que conozco han comenzado en el mar.

Alguien como yo era entonces, cuando la historia que voy a empezar a contar se inicia, podría no haber sido de esa manera, con lo que la historia habría sido otra. Seguro que no habría comenzado en el mar, porque seguro no habría sido una historia triste, al menos tan triste como la que sí fue. La de verdad, la que sí sucedió.

En aquel día de julio, y después de aterrizar en aquel feo aeropuerto, me sumergí en una espiral de sucesos vulgares y de difícil control, puesto que no era yo quien marcaba los tiempos. A una reunión absurda en la que estuve pero a la que no asistí en realidad, le siguió una copiosa y espesa comida regada con más vino y licor tan fuerte como el mismo diablo. Resultado, me encontré caminando por aquella playa, entre barcas deterioradas de pescadores pobres, con la chaqueta a la torera, la corbata desabrochada y con un tajón de aquí te quiero ver. Me costó trabajo llegar al hotel. Por ser el primer día, no estaba mal- supongo que pensó el de recepción. La siesta me duró cuatro horas. Me desperté abotargado, con dolores diferentes en todos los puntos de mi cerebro. El sake me llego fino y al fondo.

Tan despistado estaba que no supe que iba a hacer, ni donde estaba durante las siguientes dos horas. Me dormí de nuevo. A las siete sonó el teléfono. A las ocho un taxi me recogía en la puerta del hotel para volver de nuevo al lugar de la reunión del día anterior. Se trataba de una fábrica de puros fuera de la ciudad y de la que no me acordaba en absoluto haber estado allí. Y les juro que sí, que sí había estado.

Joao de Lugano.